miércoles, 26 de mayo de 2010

Nuestro conformismo fatal

Tengo ya bastante tiempo escribiendo esta tercera entrada de un blog que busca plasmar reflexiones personales mías sobre varios aspectos de nuestra cotidianidad. Nunca fue mi intención dejar pasar tanto tiempo entre entregas, pero la falta de ideas que pudieran tener interés para personas más allá de los confines de la Universidad de Oriente, así como constantes revisiones al contenido de esta entrada han tenido como lamentable resultado que hayan pasado meses desde que por última vez compartí mis pensamientos.

¿Sobre qué tema comentaré hoy? Honestamente, fue difícil decidirlo. Constantemente veo dos costumbres, muy arraigadas en la mayoría de los venezolanos, que (a mi parecer) contribuyen mucho a la falta de progreso en muchas áreas de nuestra vida. La primera es la forma en que nos conformamos o acostumbramos a recibir servicios de calidad inferior a la que nos merecemos. La segunda es nuestra famosa “viveza criolla”. Sobre la primera plasmaré hoy algunos pensamientos. Sobre la segunda hablaré en la próxima entrega de estas, mis reflexiones.

Siempre he pensado que una forma de medir el nivel de desarrollo de un país es mirar la calidad de sus servicios públicos, así como el porcentaje de la población que tiene acceso a ellos. Este segundo parámetro es frecuentemente mencionado por nuestros gobernantes, al decir que la cantidad de comunidades con acceso a electricidad, alumbrado público, agua, etc. va en aumento. Todo eso está muy bien, y debemos dar reconocimiento a quien lo merezca. Pero hablar ahora de la calidad de esos servicios es el punto en el cual nos detendremos. Poco vale tener acceso a agua intradomiciliaria si esa agua está contaminada con bacterias, hongos o metales pesados. La calidad de nuestra agua potable será, sin duda, tema de una posterior reflexión.

Lo que motivó esta reflexión fue el observar la calidad de nuestro servicio eléctrico. Sabemos que estamos afectados por un esquema de racionamiento eléctrico, y no es este el momento para discutir por qué la sequía nos afectó en forma tan grande, ni sobre el estado del parque termoeléctrico del país, ni siquiera sobre por qué, ahora cuando se recupera el nivel del Embalse del Guri, seguimos estando racionados. Sobre eso se ha reflexionado algo, y se pudiera eventualmente volver a tocar. Esta reflexión está motivada por los constantes apagones y fallas del servicio de agua que hemos observado durante toda la vida. Hace poco, después de nuestras cuatro horas de racionamiento eléctrico de los días lunes, tuve cuatro apagones más en el transcurso de esa misma noche. Pocos días después, una suspensión del servicio de agua por razones de mantenimiento, que se había anunciado duraría dos días, terminó durando cuatro días para luego restablecerse sólo de forma irregular durante tres días más.

En estos días un amigo de esta ciudad, @daproli en Twitter, me contó que, al momento de pagar su renta mensual por servicio de agua, inquirió sobre algunas denuncias que ha presentado sobre daños de tuberías y fugas de agua en diferentes partes del sector de la ciudad donde vive. Recordemos que frecuentemente las empresas que nos prestan servicios públicos nos recalcan que es nuestro deber reportar este tipo de situaciones para que dicha empresa aplique los correctivos pertinentes. Pues bien, a mi amigo le hicieron saber que hasta el momento no habían tomado en cuenta esas denuncias, recomendándole que se dirigiera por escrito al presidente de Hidrobolívar.
Con respecto al servicio eléctrico. Primero he de reconocer que, en comparación con otras ciudades del país, Elebol es muy respetuosa con los horarios del racionamiento. En mi sector ciudad, racionamiento los lunes de 2 a 6 pm generalmente es exactamente eso. Lo más temprano que nos han suspendido el servicio ha sido la 1:55 y lo más tarde que lo han restablecido ha sido a las 6:15. Muy diferente a lo que he observado en la zona de Maturín donde está la casa de mis padres, donde han suspendido hasta con una hora de antelación, y restituido hasta con dos horas de retraso. Sumado a eso, su racionamiento es varias veces por semana.
Como dije, no tengo quejas sobre los horarios de racionamiento en Ciudad Bolívar, más allá del hecho de preguntarme por qué, contraviniendo lo que se anunció originalmente, los institutos educativos sufren racionamiento eléctrico. Repito: la crítica está en los constantes y cortos apagones que sufrimos con tanta frecuencia.
Pregunto: ¿Es esta la calidad de servicios públicos que nos merecemos?

Evidentemente, no. Pero cabe preguntarse por qué las empresas que prestan servicios no han mejorado la calidad de los mismos. Parte de la respuesta, lamentablemente, está en nosotros mismos. No han mejorado los servicios porque nosotros no lo hemos exigido; porque nos conformamos con lo que nos dan, cuando nos lo dan. Nos regocijamos cuando pasamos dos semanas sin un apagón, o cuando el apagón del día duró sólo 15 minutos. Nos parece magnífico cuando las suspensiones de agua suceden sólo en horario cuando no estamos en casa. Convertimos las colas para comprar gas en ocasiones festivas, y la cacería de inexistentes bombonas en un deporte. Mientras sigamos haciendo esto, nos seguirán prestando servicios con la misma mala calidad que en este momento.

Si nuestra empresa de servicio va a realizar una suspensión programada por mantenimiento, nos conformamos con que publiquen la suspensión en prensa con algunos días de anticipación. Luego el correr de voz se encargará de que todos nos enteremos. ¡Pues no! Si hay un mantenimiento PROGRAMADO, la empresa debe saberlo con bastante antelación. Cada uno de nosotros debe ser informado INDIVIDUALMENTE por la empresa de cuándo y por cuánto tiempo estaremos sin servicio. ¿Cómo hacerlo? La empresa se dirige a nosotros individualmente cada mes para recordarnos cuánto le debemos. Ese mismo comunicado puede servir también para informarnos sobre las suspensiones. Es decir, cada recibo debiera incluir una sección donde se les notifique a los habitantes de ese sector sobre los horarios de suspensiones por mantenimiento. Si las labores de mantenimiento se tardan más tiempo del anunciado, debiéramos exigir que la empresa con compense por nuestras molestias. En el caso particular del agua, si vamos a estar sin servicio, debe ser responsabilidad de la misma empresa suministrarnos ese preciado líquido mediante cisternas.

Todo lo anterior sólo serviría para que nuestros servicios se aproximen un poco a lo que realmente debieran ser. Los que hemos tenido la oportunidad de hacer uso de servicios en otros países lo apreciamos tal vez un poco mejor. Hace años ya, mientras mi padre hacía estudios superiores, viví en los Estados Unidos (el tan vilipendiado “imperio” de hoy día). Durante casi siete años de estadía, JAMÁS supimos qué era un apagón. Además de eso, la electricidad era tan estable que en todo ese tiempo tuvimos necesidad de cambiar bombillos sólo dos veces (y fue antes de la época de nuestros bombillos fluorescentes ahorradores). Jamás tuvimos una suspensión de agua. Y vivíamos en un estado eminentemente rural, sin mayor reserva de agua ni gran capacidad de generación energética. ¡Esa es la calidad de servicios que merecemos! Pero mientras sigamos conformándonos con que nuestras empresas hagan con poca eficiencia el trabajo para el cual le pagamos, nunca alcanzaremos esa calidad.

viernes, 26 de febrero de 2010

Sobre la Separación de Poderes

Hasta hace pocas horas no tenía aún decidido cuál sería el tema de esta segunda entrada de mi blog. Si bien es cierto que no tengo una frecuencia de publicaciones establecida, quisiera mantener al menos una entrada por semana.

El acontecimiento que termina inspirando estas líneas ocurre no en Venezuela, sino en el hermano país de Colombia.

Desde hace bastante tiempo hemos escuchado acerca de una propuesta de reforma legal que le permitiría al actual presidente, Álvaro Uribe, postularse a la reelección para un tercer periodo consecutivo. No es mi propósito en este espacio discutir sobre los méritos (o falta de ellos) de Uribe como mandatario. Eso lo dejo a los colombianos. Lo que motiva mi reflexión es el resultado final de ese proceso, el cual fue sabido el día de hoy.

Después de varios meses de campañas, encuestas, referenda y otras, hoy el máximo tribunal colombiano falló en contra de esa reforma, por considerarla no-constitucional. Al poco rato el presidente Uribe declaró que "acata y respeta" la decisión. Fin del asunto. No habrá tercer periodo presidencial para Álvaro Uribe.

Recordemos ahora la situación venezolana. La gestión del presidente Chávez empezó con un llamado a ejercer el poder constituyente. De ese modo se redactó una nueva Carta Magna, hecha casi a la medida para el presidente. En esa nueva constitución se establecía, además del aumento de la duración del periodo presidencial, la posibilidad de la reelección inmediata del Presidente de la República.

Muy pronto se hizo evidente que no bastaba tener una constitución a la medida y mayoría en el parlamento. Fuimos testigos de constantes irrespetos a la carta, y de que el parlamento mostrábase ineficiente a la hora de legislar. Posteriormente vimos cómo, debido a la ridícula "táctica" de las fuerzas de oposición de no participar en las elecciones a la Asamblea Nacional, el gobierno quedó con control absoluto sobre el Poder Legislativo.

Pero incluso lo anterior fue insuficiente. Hemos sido además testigos (muchos de nosotros perplejos) de cómo la Asamblea Nacional le ha transferido el poder pleno para legislar al presidente. ¿Se ha visto alguna vez que en una nación democrática, con supuesta separación de CINCO poderes públicos, se concentre tanto poder en manos de una sola persona? Pero incluso esto no bastó.

Se le propone al pueblo una serie de modificaciones a la constitución. Entre muchos cambios innecesarios en el fondo (pues podían lograrse por otras vías sin modificar la carta) se disfrazaban dos ideas, que posiblemente eran la verdadera razón de proponer los cambios: por un lado, la creación de una "nueva geometría del poder" que limitaría las atribuciones de nuestros gobernantes locales electos en favor de personas designadas directamente por el Presidente. Por otro lado, permitir la reelección presidencial indefinida. Nuevamente la oposición llamó a la "táctica" de la abstención. Seguro que los altos funcionarios del gobierno sonrieron ante la noticia. Pero ocurrió algo inesperado...

En todo el país estudiantes universitarios tomaron la decisión de salir a protestar el proyecto de reforma y lograron movilizar a una gran proporción de la sociedad civil. Dijimos "no" a la reforma. A pesar de eso, y a pesar de prohibirlo la misma constitución, nuevamente se propuso reformar para permitir la reelección infinita del presidente. Y esta vez la reforma tuvo éxito. Recientemente hemos sido testigos de la creación de un gobierno paralelo para limitar las atribuciones de un gobernador. Todo ante el silencio (o, lo que es peor, la aprobación) de la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo.

Pero tal vez lo más exasperante sea el descaro. Hace poco escuchamos cómo un miembro del parlamento nos decía que era "obvio" que su trabajo era legislar para el presidente. No para legislar para quienes le eligieron, sino para su "jefe". Y, más sorprendente aún, escuchamos a otra integrante de la Asamblea Nacional afirmar que "la separación de poderes debilita la democracia". ¡Justo uno de los FUNDAMENTOS de la democracia supuestamente la debilita! Según esta persona, lo deseable es que todos los poderes públicos doblen la cerviz y sigan, sin chistar, los deseos, designios y caprichos de un solo Hombre.

El caso colombiano nos demuestra una separación de poderes, en la cual la corte decidió por la inconstitucionalidad de una tercera reelección. ¿Es acaso la democracia colombiana más débil que la nuestra por ello? ¿Será que el hecho de que el Poder Judicial mostrara independencia del Ejecutivo va a marcar el inicio del desplome de la república en Colombia? Evidentemente, no. Si algo, han demostrado que están más identificados con los principios de los sistemas democráticos que nuestro régimen actual.

sábado, 20 de febrero de 2010

Sobre la Soberanía Alimentaria

Hoy he decidido estrenarme en este mundo de blogs poniendo en orden algunas ideas sobre la situación de la producción de alimentos en este país.

El día de ayer recibimos el anuncio de que el gobierno nacional destinará la suma de 140.000.000 de Dólares estadounidenses para la compra de pollos a Argentina. Ante la noticia, un compañero twittero de acá de Ciudad Bolívar, @danielpronio, preguntaba por qué no se producían en el país.

Desde hace algún tiempo escuchamos cómo el Presidente Chávez reitera lo mucho que él se ha preocupado por garantizar la "Soberanía Alimentaria". Curiosamente, cada vez que pronuncia esas palabras suele ser en el marco de anunciar la compra de algún artículo esencial: pollos a Argentina, leche a Bielorrusia, arroz a China, etc.

Lo anterior siempre me hace pensar en una frase que muy comúnmente usa mi padre, ingeniero agrónomo y profesor jubilado de la Escuela de Ingeniería Agronómica del Núcleo Monagas de la UDO: "El que un país produzca los alimentos que consume no es cuestión de economía, sino de soberanía". Totalmente cierto. Pensemos, por un momento, en el caso de Japón. Ese país insular, con poca superficie y una gran población, no disponde de grandes extensiones de terreno para la agricultura, y menos aún terrenos aptos para cultivar arroz, el cual es un elemento fundamental de su dieta. Debido a esto, al gobierno japonés le resultaría unas 20 veces más económico importar el arroz que producirlo. Sin embargo, no lo hacen. Toda su demanda de arroz es satisfecha con producción local. Y es debido a que, por soberanía, no pueden depender de otro gobierno para satisfacer las necesidades de un producto clave de su dieta y cultura. La importación está bien en el caso de alimentos exóticos que no pueden ser producidos en forma local. Pasando al caso venezolano, importar manzanas, kiwis o salmón es perfectamente aceptable. Depender de otros países para abastecernos de maíz, leche o pollo es algo completamente diferente.

La producción agrícola en Venezuela probablemente nunca ha funcionado a plena capacidad, y los diferentes gobiernos no han elaborado, ni mucho menos seguido, un plan racional de desarrollo agropecuario. Desarrollar nuestro aparato productivo no es tarea simple ni corta. Difícil, entonces, es que veamos un plan agropecuario coherente cuando nuestros gobierno no suelen ver más allá de la siguiente elección o, en el caso de la gestión actual, más allá de la siguiente supuesta conspiración internacional, campaña de difamación mediática o intento de magnicidio. En mi revisión histórica he encontrado sólo un plan coherentemente estructurado... El que presentara el entonces candidato presidencial Renny Ottolina, quien planteaba convertir a Venezuela en una potencia agrícola en 20 años.

En la actualidad hemos sido testigos de expropiaciones de tierras y fincas, con el supuesto plan de transformar terrenos baldíos en unidades de producción. Pero la realidad es que, independientemente de que llamemos a estas tierras "Fundos Zamoranos", "Fincas Bolivarianas", "Conucos Chavistas" o Unidades de Producción Socialista, han pasado varios años del establecimiento de las primeras de estas unidades, y aún no hemos visto la primera tonelada de maíz o huacal de tomates.

Nuestra realidad es triste, y el panorama es sombrío. A fuerza de políticas mal coordinadas, planes elaborados por personas con poca o ninguna competencia en la materia, improvisaciones, expropiaciones caprichosas y pañitos de agua tibia para problemas estructurales serios, el aparato productivo nacional ha sido desmantelado, despedazado, triturado y desintegrado. Ya es probable que ni siquiera los 20 años de Renny sean suficientes para corregir la falla. ¿Por qué no se producen en Venezuela los pollos que le estamos comprando a Argentina? Simplemente porque hemos perdido la capacidad para hacerlo. Afortunadamente los gobernantes de otros países no son tan propensos a caprichos y rabietas como lo es el nuestro. ¿Se imaginan el resultado si algún día la Sra. Kirchner, en un capricho chavesiano, decidiera "no más comida para Venezuela"? Pareciera que la interpretación Revolucionaria del concepto de "Soberanía Alimentaria" es que se tiene el poder de escoger a quién le damos el poder de matarnos de hambre en caso de conflicto.

De modo que las constantes denuncias y reclamos sobre "conspiraciones del imperio" e "intenciones golpistas de los pitiyanquis" resultan absurdas. Un país que realmente quiera desestabilizar el gobierno venezolano no tiene que invadir ni malgastar una sola munición. Basta con interrumpir el suministro de alimentos y este gran país caerá sin esfuerzo, soberanía alimentaria y todo.